sábado, julio 13, 2002

Cap. 10

Muy temprano a la mañana (como a las 11:00 hs) nos vamos para Sitges a ver maricones.
El viaje es lindo, el tren pasa a través de la montaña y yo voy escuchando un disco de Zappa, pero inevitablemente me pasa lo de siempre que subo varios pisos por escalera. Se me tapan los oídos y ya no escucho nada hasta que me encuentro al nivel del mar.
Y allí llegamos. El lugar se parece un poco a Piriápolis, de Uruguay y nos gusta tanto que fantaseamos con venirnos a vivir aquí y poner un negocio de venta de choripán en la playa.
Mariones no hay muchos, vemos dos o tres solamente y me siento un poco decepcionada.
Lo que sí hay son gatos. Es increíble ver cientos de ellos desperdigados por la playa.
Creo que en lugar de ser la Meca de los gays, Sitges es el país de los gatos sin prejuicios ante el agua y la arena.
También hay algunas chicas haciendo top-less y tratando de acaparar los últimos soles que quedan como de regalo. Mi chico se pone en pelotas y se va a nadar al Mediterráneo, ávido de aventuras.
Mientras tanto me duermo una siesta en la arena, para bajar la espectacular parrillada de mariscos que nos hemos mandado hace apenas unas horas, y además, para el hecho en sí mismo, que es una de las únicas actividades que me interesan realmente desde hace unos días.
Cuando despierto me doy cuenta de que es tarde y había quedado con Cesc a las siete en una estación del metro, para ir a lo de Uge. Pero, a esa hora tengo que ir a buscar los anteojos que rompí la noche anterior y todo
se complica. Lo llamo a Cesc y le cuento mi tragedia, cosa que no toma muy bien. (los catalanes parecen ser muy estrictos en eso de horarios y promesas, excepto mi Sergi, claro está...) Así que lo desentiendo del tema, le pido que me explique como llegar, que yo me arreglo, porque, a esta altura soy una chica de mundo...
Llegamos a casa Puertas como a las nueve. No puedo cambiarme la horrible blusa amarilla yema de huevo que llevo, que a mi chico le gusta tanto, pero me lavo un poco la cara, me mojo el pelo y me perfumo un poco, como para disimular el no haberme bañado. Igual, los 400 kilos de arena que llevo en mis zapatillas no son fáciles de ocultar.
Hacemos 150.000 combinaciones de metro hasta llegar al punto adonde no sé donde mierda estoy. Lo llamo a Cesc, quien no tiene ninguna intención de venir a buscarme allí. Me explica como llegar y empezamos a caminar con indicaciones que no entiendo bien. Hospitalet es un barrio muy parecido a cualquier barrio, pero es de noche y todo el mundo habla en catalán. Decirle a cada cara amigable que se cruza: - Força al canut! (la única frase que me aprendí hasta ahora) me parece que puede dar para malos entendidos, así que no pregunto nada a nadie y seguimos caminando por esas calles laberínticas.
Cuando estamos a punto de tomar el metro de vuelta, se nos acerca una chica sonriendo y preguntando por mi.
Es Montse, que esperaba a alguien con gafas (esto me hace pensar que Cescnunca me ha mirado bien, porque yo no uso gafas, excepto para leer o que el sol no me joda...)
De entrada compruebo que una vez más debo pasar por un rito iniciático: loscinco pisos que hay que subir por escalera. Montse parece una gacela pegando saltitos y riéndoseme en la cara por mis síntomas de enferma terminal.
Lo primero que veo al entrar al departamento de Uge es un cuadro horripilante firmado por un tal Barragán. Tiemblo al pensar que puede ser de su autoría.
Nos sentamos a comer. Uge ya comienza a bostezar. (es evidente que no está en las condiciones óptimas para entregarme su virginidad) La tortilla de Montse es mejor que la que hago yo, lo cual me reconcilia con
la cocina típica española.Y además hay cervezas en botellas de 3/4, que son todo un homenaje.
Cesc y Montse hablan todo el tiempo. Se llevan muy bien los dos. Yo pienso que a veces el amor está muy mal repartido. Uge comienza a roncar, mi chico se prende a la conversación hipernacionalista de los otros dos y reafirmo que la vida es una cosa rara y mal hecha desde el principio, sobre todo cuando empiezo a darme cuenta que no soy el centro de atracción de la noche y además, que las cervezas se han terminado.
Cuando alguien nota que comienzo a sufrir el síndrome de abstinencia, me convidan con una especie de caipirinha, creo que de las Baleares o algo así. No está mal, pero no logra demasiado efecto. En España toda la bebida que hetomado tiene bajo efecto. Esto no quiere decir que no me haya emborrachado,
sino que para conseguirlo he tenido que consumir cantidades mayores a las
habituales, lo cual aniquiló mi presupuesto.
Cuando Uge se despierta, llega el momento fatídico: me pregunta que qué me parece el cuadro ese...
No sé bien que hacer, no puedo mentir, pero tampoco decir estrictamente la verdad... Así que para atenuar lo que pienso, comienzo a hablar de "teorías de color" y mil boludeces más absolutamente inconsistentes y sacadas de la
galera. Creo que la embarré para toda la vida, porque resultó que era un cuadro de
su hermana. Y, como todos sabemos, normalmente "una hermana" es un ser querido y respetable, en la mayoría de los casos. Así y todo la cosa no pasa a mayores, aunque Eugenio está casi definitivamente dormido, lo cual nos invita a salir por donde entramos y con la sensación de que la hemos pasado muy bien, a pesar de las cuestiones
pictóricas irresolubles. (la tortilla ayudó... y mucho) Nos vamos a un pub ¿irlandés? Y Cesc se empecina en aumentar su delirio alcohólico contándonos sobre la flora y la fauna del Peloponeso y otros detalles más que prefiero omitir. El momento apoteótico de la noche es cuando vuelve a ponerse en mi contra y a favor de mi chico cantando loas a Deep Purple. Y yo, que soy una zeppeliana de ley no puedo justificar de ninguna manera tamaño desplante. Y me entran ganas de hacer pis.
Cuando voy al baño, por más que me indican dónde está, no logro encontrarlo, así que me meto en el de hombres. Pero esto me ha pasado tantas veces, que resulta, incluso hasta aburrido.
Mañana es mi último día en Barcelona. Veré como me las ingenio para quedar con Sergi y poder charlar con él de nuestras cosas, al menos unos diez minutos seguidos.

Cap. 9

De la quedada Barcelona realmente no recuerdo demasiado. Había sido un día
agotador y extraño. O demasiada cerveza desde el día anterior, no sé yo...
Sin embargo me detendré en algunos detalles que quedaron como en una especie
de masa gaseosa parecida a una nube con burbujas.
Otra vez el puto Zurich. ¿No hay en Barna otro lugar mejor para
encontrarse?. No sé, pero casi en diagonal había un bonito Hard Rock que, si
es como los de por acá seguro es muy concheto (traducción para negados: muy
pijo). Pero así y todo, si te van a tratar mal y robarte en cualquier
parte...¿ por qué no elegir uno, donde al menos pasen buena música y puedas
ver réplicas de guitarras de Hendrix o de la blusita rosa de Elvis?
El Dilettant hizo acto de presencia unos 40 minutos más o menos porque se
había ganado unas entradas gratis para ver a un tipo que no me acuerdo como
se llama, pero que con Sergi coincidimos en que valía la pena, siempre y
cuando se bancara antes a otro que es un plomazo total y del que tampoco me
acuerdo. Yo, en su lugar hubiese hecho lo mismo: pirarme. (trad: irme)
Pero sé que lo de él sólo fue una actitud cobarde por no poder afrontar su
amor hacia mi y la inconcreción del mismo, y... además porque no trajo nada
de todas las cosas que me prometió en Madrid.
Rosa estaba con dos amigas que parecían sus tías. Simpáticas, las chicas.
Cesc ya estaba borracho no más llegar yo, así que mucho no se le entendía lo
que decía y, como mi chico también lo estaba, los dejé juntos en una escena
de desvarío propia de esas situaciones.
Entonces me senté junto a Kalders, a quien se le entiende todo perfecto.
Cuando estaba por preguntarle por el motivo por el cuál me odia tanto,
se puso a hablar de Nietszche y de Sartre y comprendí que aún me odiaba más
de lo que yo creía.
Sergi, siguiendo las premisas fundamentales de la teoría del caos, llego
tarde como corresponde.
Fuimos luego a un lugar de dónde nos echaron casi al entrar. Me impresionó
el poco orgullo de los catalanes que, prácticamente suplicaron para que nos
dejen quedarnos, mientras Rosa y sus tías se fueron al baño a ponerse
felices.
Pena que no me invitaron, también podría haberme puesto feliz y que mis
ganas de meterle una patada en los huevos a uno de los camareros hubiese
desaparecido.
Comimos unos platitos de cosas que estaban bastante buenas, en especial unas
sepias al nosequé. Pero a mi se me iban los ojitos hacia la pizza que se
pidió Cesc, y de la que sólo me convidó un bocadito miserable.
Por suerte lo tenía a Sergi frente mío y pude decirle muchas cosas que venia
pensando y de las cuales no registró ninguna, seguramente.
Las chicas tenían que trabajar al día siguiente y se fueron pronto. Nos
fuimos a un lugar que parecía una cancha de bochas de jubilados, donde
tomamos unas "águilas" y dónde algún inescrupuloso sacó las horribles fotos
que conservo como testimonio de la quedada Bcn.
Cuando nos echaron nos fuimos a otra parte.
Yo pensé que esta situación no era más que un dejà-vous. Soy la única mina
que conozco que nunca quiere irse a casa y termina en tugurios de mierda,
arrepintiéndose de vivir esta vida tan previsible y tonta.
Mi chico estaba tan ávido de "nuevas experiencias" , así que, casi como
siempre, yo no contaba para él en lo más mínimo. Así que, aprovechando que
el Sergi se lo llevó a vivir sus "nuevas experiencias", con Kalders
intercambiamos poemas de servilleta a servilleta. El mío, uno de los pocos
que me gustan de Borges; el de él uno de su autoría que me puso contenta
porque pensé, sólo por un instante que sería un poema de amor improvisado
para mi.
Pero no, era otra cosa lo que escribió, que estaba bastante buena, bastante
minimalista, de esas que me gustan, a pesar que tuve que pedirle que me la
lea porque la oscuridad del ambiente, las cervezas, el cansancio y la
horrible caligrafía no me dejaban entender una mierda.
En fin, no era un poema de amor, pero, al menos pareció que Kalders no me
odiaba tanto. Así que no le pregunté tampoco porqué.
Cuando volvieron a echarnos, comprendí que ya era hora de terminar con esa
noche de humillaciones y enfilar hacia los brazos de las super nenas para
dormir mi sueño de paz.
Mi chico, la quería seguir y Sergi nos recomendó un sitio que aún estaba
abierto, se rió mucho de nuestro estado y se fue.
Yo quería dormir, así que todo terminó como de costumbre.
En la vereda de enfrente a la mia, un chico que conozco bastante
zigzagueando en dirección contraria a Compte Borrel. En mi vereda mirándolo
un rato y luego cruzando en su dirección y ayudándolo a que haga un giro a
180º .
Llegamos bien y mi chico volcó en la cama de Puertas, sin dejarme ni un
lugarcito donde reposar mis huesos.
Me fui al living y me tiré en un sofá muy cómodo. Cuando la habitación
comenzaba a dar vueltas, así como en sueños vi que uno de los compañeros de
piso de Sergi estaba arropándome con una manta que tenía un poco de olor a
pis de gato, pero que estaba muy bien.
Y me dormí muy contenta hasta no sé que hora.

Cap. 8

De Sergi Puertas estoy enamorada desde que era chiquita.
Y estoy a pocas horas de conocerlo.
El viaje en tren es un castigo de dios.
¿Quién dijo que los trenes son modernos, cómodos y puntuales en toda Europa?
Te meten en un sucucho con cinco personas más con las que no te queda más remedio que confraternizar por eso de la situación ajustada e incómoda. En este caso son una familia de colombianos que gritan y pasan todo el tiempo hablando de lo mal que hablan los gashegos.
Yo los ignoro y me conecto a mi discman mientras mi chico no deja de confraternizar y hacerse el simpático con una de las colombianas, la hija menor, que es jovencita y tiene unas tetas enormes.
Cuando me siento lo suficientemente deprimida y siento que el aire no alcanza para los seis me voy al bar a tomarme una cervezas y a escribir un par de poemas de esos pedorros que escribo recordando a mi novio de los 14 años.
Los acompaño con un par de valium, a ver si más tarde duermo un rato.
Llegamos tempranísimo y nos tiramos en la Plaza a descansar. Allí sí que puedo dormir.
Hemos quedado con Sergi a las nueve en el Zurich, el boliche más aburrido, feo y con camareros más cabrones del mundo.
El, sólo para dejar claro que su fama de "impresentable" es cierta, llega una hora tarde. En su lugar aparece un chico guapo como el pancito de la salsa, que resulta ser Cesc.
Con un estilo verborrágico hasta el cansancio no para de hablar de Barcelona, de sí mismo y de la Revolución francesa.
Si no fuese por su corta edad, y sobre todo porque soy una chica fiel, en presencia de mi chico, intentaría hacer que se calle un rato con algún método poco ortodoxo.
Cuando Sergi llega, me siento morir y no por el gran amor que tengo hacia él, sino por la contractura del cuello que me agarra no más besarlo, y encima los besos, en España toda, vienen por dos...izquierda, derecha.
También valoro el esfuerzo que hace al acercarse a mi baja humanidad. Se encorva tanto que por un momento temo que se parta por la mitad. Pero sale ileso de la hazaña.
En el momento en que me entrega las llaves de su casa, la imagen que tenía de mi poeta maldito de cabecera, se estrella contra el edificio del Corte Inglés provocando daños mayores a los del avión en las Twin Towers. El llavero es uno con un muñequito de Bellota, una de las chicas superpoderosas (las supernenas, en España)
A esta altura, no se bien qué es real y qué es ficción.
Cesc se ofrece para hacernos sufrir caminando mil putas calles de Bcn, contarnos vida y obra de Gaudí y darnos espectaculares clases sobre historia latinoamericana y sobre el consumo indiscriminado de cerveza.
Realmente me impresiona el modo compulsivo de beber que tiene este chico. Yo voy por mi primer jarra y él ya se ha cepillado cuatro. Siento pena. Tan chiquito y alcohólico irrecuperable.
Yo estoy muerta y sólo quiero ir a bañarme y dormir un rato. Sin embargo insiste en llevarnos a la Sagrada familia que es un adefesio enorme y de mal gusto, excepto por los Stars Wars de la fachada de atrás. Los dos están complotados contra mí. Me extorsionan con cervezas y me siento una foca a la que están amaestrando.
¡Yo no vine aquí para ver iglesias! ¡Yo vine aquí en busca de romance y aventura!; pienso en un lamento desencajado. Menos mal que lo de subir lo dejamos para otro día que, afortunadamente nunca llegará.
Cesc es infatigable. Eso de estar de paro eterno le sienta muy bien. Propone ir a tomar unos vinos a nosedonde horas antes de la quedada. Yo ni por la propiedad de todos los viñedos de España, cambiaría poder estrenar la cama del Puertas.
Y eso intento hacer cuando recibo un llamado teléfonico de un tipo con voz arrabalera que resulta ser Uge pa' saludar y de paso pedir disculpas por no venir esta noche.
Resulta que su mujer, que es celosísima se hizo la enferma para mantenerlo en casita.
Putas esposas.
Finalmente no duermo y nos dirigimos nuevamente hacia el nefasto Zurich.
Se viene la gran quedada Barcelona.

Cap. 7

Talavera es el pueblo donde nació mi abuela, la Pepa. El lugar a donde nunca
ella volvió y al que le prometí que alguna vez iría en su nombre.
Estoy allí y a pesar de todas las historias de emociones que imaginé
durante mucho tiempo, no puedo sentir nada especial, no me cabe eso de
"besar la tierra" o " cortarme un dedo" para que mi sangre riegue su
suelo...
Ni siquiera estoy con la regla como para dejar uno de mis apósitos en
testimonio o marcando terreno.
Por suerte están conmigo Vindi y el Ronda que con sus actitudes infantiles
hacen que extrañe un poco menos a mis niños.
Me insisten en entrar al museo de la Cerámica. A mi me da que debe ser un
sitio aburridísimo, pero como los veo tan entusiasmados no puedo negarme.
Luego de oblar algunos billetes, nos invitan a ver un video donde explican
que los cacharros esos horrendos se hacen con arcilla.
Menos mal, ahora comprendo muchas cosas!
Los dos pequeñuelos parecen los chicos tontos de la clase, sólo les falta
arrojar tizas y papelitos a la profesora. Yo estoy realmente interesada en
los procesos básicos de la elaboración de floreros, pero estos dos no me
dejan concentrarme.
Tardamos menos de cinco minutos en ver todos los adefesios que allí se
amontonan, el tiempo suficiente como para elegir un juego de té y los
mosaicos que adornarán el respaldo de la cama nupcial que tendremos con el
Vindi cuando Rondador se aprenda el Ave María de una vez y podamos casarnos
como Dios manda.
Eso sí, Vindi continua empecinado en llegar virgen al matrimonio.
Mi dios, que cruz es esto!
Llegamos a Toledo y la cosa cambia. Los chicos se pierden en un negocio de
souvenirs, tocan todo lo que hay a la vista, espadas, espaditas y espadones.
A mi me gusta una que me dicen que es china y por más que me quieran
convencer que no es típica del lugar, muero por comprarla. En su lugar la
cambio por una muñequita de bailaora que ha quedado muy bonita sobre mi
televisor.
Hay también unos muñecos subnormales que a los amantes de los enanos los
tienen fascinados.
No se como hacer para sacarlos de allí. En realidad tengo miedo de que
rompan algo y luego tenga que pagarlo yo. Los engaño diciéndoles que vamos a
comer, pero los hago caminar unas cuadras que a decir verdad son más
cansadoras que escalar el Himalaya. Cada tres o cuatro cuadras paramos en un
sitio distinto a tomar unas birras. Vindi ya va por su 18º nestea.
Yo no sé como hace para tomar esa porquería. No solo es feo sino que es una
bebida insalubre, nada que no tenga alcohol puede ser bueno, excepto la coca
cola light que está muy bien.
Mi chico, que es un gran caminador ofrece irse a recorrer y que lo
esperemos. Como son muy educaditos dicen que no.
Me cagüen..! Nada quiero más que quedarme toda la tarde sentada viendo como
cae el sol detrás de la enorme muralla de Toledo.
Mi chico es un gran caminador y, es así como nos cansa tanto y tanto...
Menos mal que no hemos podido llegar a la casa del Greco. Estoy harta de
arte y lo único que quiero en mi vida es tomarme unas birras en una mesa que
en cualquier momento se desliza hacia el vacío, con el Rondi, el Vindi y mi
chico, que es un gran caminador.
La apoteosis de la gira mágica y misteriosa Toledo es ver a Vindi
convidarnos unas yemas de huevo con kilos de azúcar que, supuestamente son
el mazapán típico del lugar.
Mi Diosss! Qué asco! Tengo una tendencia fea al vómito y realmente no sé
como
mantener en mi boca ese bocadillo del diablo.
Por suerte se distraen viendo la cotización del euro y yo puedo escupirlo
como Dios manda.
Lo más dantesco es verlo a Vindi comerse cuatro o cinco de esos. Es
increíble este tipo, la cantidad de porquerías que se mete en el estómago y
tan vivo que sigue...
Cuando volvemos y me siento aterrada por pensar en la música que va a poner
en su estéreo, me sorprende con Pink Floyd.
Es increíble este tipo...!

Estamos cansadísimos.
Tenemos cena en casa del Cucufate.
Se viene la gran despedida gran.

Cuando Vindi me saluda, me promete vernos en Argentina y se va. Me quedo un
rato en la puerta esperando que vuelva con cualquier excusa.
Pero nadie vuelve e inmediatamente me pongo a llorar un rato , que es una de
las cosas que más me gusta hacer.


Cap. 6

Mi chico está desconocido, parece enloquecido con las madrileñas.
Las madrileñas son feas. y bastante bobas, el pobrecito no sabe lo que se
está perdiendo al no darle bola a esta argentina sensual que podría ser toda
suya.
No tengo suerte.
Y mi chico insiste en salir de juerga todas las noches con un amigo que
tiene por aquí , mientras yo me siento menos atractiva que una mosca muerta
en una telaraña.
Intento llamar su atención y lo invito a un viaje a Sevilla. "Esto podría
ser una segunda luna de miel; o en realidad una primera, ya que nunca hemos
tenido nada de eso."
Pero, que pena... que penita.
Estoy tan cansada que cuando nos instalamos en un confortable asiento del
Ave, lo primero que hago es vomitar y mi chico, demostrando que está
completamente harto de mi, en lugar de ayudarme se cambia de asiento a mil
metros de distancia.
Apoyo la cabeza en el sitio que queda potable y me duermo las dos horas de
viaje.
Sevilla es maravillosa. Lo primero que hago al llegar es meterme en un cyber
para escribirle a mis nenes y a Vindi y de paso enterarme que es lo que está
pasando en la lista.
Cuando llegamos a la Giralda tengo un ataque de sueño y le imploro a mi
chico que me preste sus piernas para dormir un rato.
Como no le queda más remedio lo hace y es así como duermo lo que para mi
fueron diez minutos y para él fue una hora de tortura, mientras una manada
de japoneses nos hacían fotos.
¿Qué decir de Sevilla?
Es bonita, es perfecta. Pero a medias, ya que cada imagen se me queda por la
mitad por cerrárseme los ojos todo el tiempo.
¿Qué decir de Sevilla?
Si no hubiese sido por el sueño que tenía, posiblemente pensaría que es la
mejor ciudad de España.

Cap 5.

Cuando llegamos al aeropuerto, luego de un viaje peligrosísimo con un coche
que zigzagueaba en manos de un conductor al que el cerebro le zigzagueaba
aún más, Reptil nos espera en un bar adonde, en mi corta estadía ya he
estado como cuatro o cinco veces.
Mi aspecto es deplorable. Si quería impactarlo, seguro lo conseguí. La falta
de sueño, sumada a la vida agitada de los días anteriores han hecho que
envejezca unos treinta años. ¿Cómo hacer para que crea que realmente tengo
21 años y que cuando llegué a Madrid, era una chica bonita? Difícil. Mi
humor no es bueno, el zigzagueo me puso fatal.
Sin embargo Reptil se comporta como un perfecto caballero y casi no habla,
(aunque su cara de espanto me dice que no se encontró lo que esperaba),
lo cual agradezco un poco menos que el que se ofrezca a manejar. Ese ha sido
el gesto que definitivamente me hace cambiar todas las pestes que he pensado
de él durante los últimos 15 años.
Es un día complicado. Tengo que ocuparme durante toda la tarde de montar los
lienzos en sus bastidores. Reptil no ayuda y huye hacia el pernicioso
pacharán.
Claro, él está para cosas mayores, como por ejemplo criticar cada uno de mis
cuadros con mayor o mejor fortuna. A esta altura me siento insegura de mi
obra.
Pienso que no he logrado hacer algo lo suficientemente enrevesado o ilegible
como para que a él no le guste.
Por suerte Reynon, autodenominado a partir de este momento "el carpintero
del pulp", ha venido a ayudarme con el trabajo sucio y lo mantengo activo
durante todo el día, lubricando su maquinaria con cervezas de la chopera del
María Pandora. En un momento vuelco y siento que estoy quedándome dormida y
me tiró en un sillón. Me despierto con una voz más que se ha sumado a la
conversación. Es la del Reptil, que ha bajado y está organizando el trabajo
desde una de las sillas. Me encanta la gente que organiza. Yo no estoy para
nada de eso ahora. Me hago la dormida para escuchar si hablan de mi... pero
no, hablan de mujeres y parece que yo no estoy dentro de esa categoría.
En fin...
Reptil y el zigzagueante se quedan ajustando detalles y me obligan a que
suba a bañarme.
Necesito un poco de distensión y me lo llevo al Reynon pa'l cuarto de la
Pili. Sólo logro un masajito. Eso sí... un masajito memorable.
Mientras me baño pienso en la ropa que voy a ponerme. Mejor dicho, si en ser
yo misma o disfrazarme de algo.
Decido lo segundo, cosa que Reynon me reprocha y bajo al Pandora intentando
emular a la de "Una chica al rojo vivo".
Reptil queda obnubilado, o es que el rojo le ataca la retina, como a los
toros.
No deja de repetir como en un mantra: -Qué increible! Qué increible!,
mientras me pellizca el culo cuando trato de pasar por entre su pequeña
anatomía para agenciarme la silla que está a su lado.
No sé bien si se refiere a que estoy hecha un bombonazo, o al agujero que se
ha hecho en la media que me prestó Mavi, no más ponérmela.
Una cosa buena que tiene el Reptil es que es un manoseador nato. Por ese
lado creo que la cosa tiene futuro.
Estoy rodeada de amigos, ahora sé tangiblemente que lo son. Y me siento
querida y contenta. Creo que a pesar del filtro que llevo encima, los ojos
están empezando a tomar su dimensión normal. Poco tiempo y cavas faltarán
para volver a convertirlos en un ojal de camiseta.
Nos vamos luego a otro sitio donde Reptil está ya en un estado de embriaguez
deplorable: locuaz, simpático y lleno de tics, especialmente uno que lo hace
sacar media lengua afuera y escupir y babear cada dos palabras que emite a
15000 r.p.m. De todos los ademanes, a mi, el que más me gusta es ese en el
que, con cualquier excusa se empecina en tocarme las tetas. Lo dije antes:
Reptil es un gran manoseador. Parece que vamos por buen camino y ni siquiera
tengo que esgrimir mi privilegiada inteligencia. La cosa viene facilonga...
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Lo cierto es que a veces, la vida toma carriles inusitados. En lugar de
acercarse e invitarme a tomarnos unos pacharanes en otro lugar, el Reptil
comienza a sufrir un ataque de adolescencia tardía, se metamorfosea en uno
de los cantantes de Menudo y se pone a corretear tras cada una de las
camareras de ese chiringuito del demonio.
"Las cosas comienzan a ponerse feas", pienso.
Otro más y van...
Por suerte, antes de que me ponga a llorar, nos pegamos un par de abrazos
que nos debíamos con el Justin y Vindi me saca a los empujones de esa
taberna
del infierno.
Pero, claro, faltan escasas horas para que llegue mi amor legal y, de
momento la única opción.
A esta altura, con lo que estoy necesitando un polvo, comienzo a pensar en
cuanto lo he extrañado.

Cap 4.

¿Pero que pasa? Es que no hay hombres en Madrid?
Esto no puede ser posible. Pienso, pienso y le doy mil vueltas a la cosa y
se me ocurre una gran idea. Si no podés con tus encantos personales, probá
con lo que es tu fuerte: el arte... culinario, claro.
Cocino varias toneladas de ñoquis e invito a todos los hombres conocidos
hasta ahora. Vistas mis tristes experiencias con los mismos, decido invitar
a uno de mis favoritos, a quien aun no conozco, a ver si hay más
suertecilla.
Se trata ni más ni menos que del amo del pulp, el gran Justin Mc Duro.
¿Qué decir de él? Es absolutamente indefinible. Yo esperaba un tipo rudo,
onda Charles Bronson y me encuentro con una especial mezcla entre Tweety y
Robin Williams.
Me saluda y, al segundo beso, el de la mejilla izquierda, ya estoy
perdidamente enamorada de él. Creo que no hay nada que me venga mejor, en
este momento, que un matemático que me resuelva todos los problemas.
Reynon se aparece con una amiga que, no solo es bonita, sino también joven.
(putas amigas)
Vindi llega como para sentarse a comer como un desaforado
Justin permanece un tanto apartado. Presumo que le sucede lo mismo que a mi.
Conozco bien a los que la juegan de calladitos, son siempre fieras
enardecidas a la hora de los bifes.
Cuando Justin me cuenta por tercera vez en la velada el origen de su nick,
siento que he llegado al máximo punto de cachondez y me voy al baño a
meterme agua fría en la nuca.
Pero Justin continúa manteniendo una distancia demasiado prudencial con
respecto a mi, que me hace pensar que, o el amor se me nota mucho y lo
cohibe, o no le he gustado un carajo.
Espero que el efecto de mi pasta haga que caiga arrodillado ante mi, rogando
por mis favores, pero al parecer las repercusiones son otras. Veo a Vindi
sobredosificarse con unas pastillas anti gases, a Reynon presa de un mal
desconocido que lo obliga a sacar fotos compulsivamente con una cámara que,
presumo no tiene carrete dentro; a Justin bostezar y, hasta me atrevería a
decir que dormir disimuladamente.
Cuando se van todos me quedo conversando un rato con Mavi a quien le
pregunto con insistencia: -¿En que fallé? - ¿Qué más puedo hacer para que
alguno se fije en mis atributos físicos?
Ella trata de convencerme de que ese presisamente es el gran problema de las
tías inteligentes como nosotras. Por lo menos algo bueno tenemos.
¿Algo bueno? En fin, será cuestión de aplicar esa inteligencia a los fines
determinados.
Mañana muy temprano viene mi Reptilito.
Le prendo una vela a San Bingo Small y me quedo despierta planeando una
buena estrategia hasta la hora en que pasan a buscarme para ir al
aeropuerto.

Cap.3

Reynon es casi como un hermano para mi.
Le comento a Mavi que vendrá esta tarde y, de paso cañazo le digo que lo
conozco por fotos y que es casi como un hermano para mi y que está muy
bueno, dejando así sentado que ni se le ocurra acercarsele porque Reynon es
mío, mío y sólo mío. Mavi se hace la desinteresada, igual me doy cuenta de
que algo trama pues me invita a salir de tapas con el solo fin de
emborracharme y dejarme fuera de concurso.
Por la tarde llega mi casi como un hermano e inmediatamente pienso en un
concepto: incesto
Lo miro bien y veo que las fotos no le hacen justicia. No está bueno, está
re-bueno el nene.
Por suerte viene acompañado de un muchacho verborrágico y simpático hasta el
hartazgo que está bastante bien y parece muy interesado en la Mavi y su
colección de botellas de distinta graduación.
Una luz de esperanza me invade cuando compruebo que "mi como hermano", no
tiene celular. Lo que comienza con una agradable charla sobre los fines
últimos del arte y la conveniencia de protegerse de los rayos infrarrojos en
el Polo Sur, deriva en la ineficaz vida sexual de Reynon, mis experiencias
lésbicas y la mejor forma de preparar un buen pisto (así era?) manchego;
todo esto agravado por la influencia de enorme cantidades de alcohol y unos
fasitos raros que han traido y no han parado de fumar.
Por un lado, el estado lamentable de Reynon me conviene. Pienso que podría
violarlo sin que se de cuenta, pero la escasa moral que me queda a esas
horas me impide aprovecharme de una persona que está colgada de una nube
tóxica y por otro lado, si mi escasa moral me traicionara, tampoco sé si el
material orgánico básico para una violación exitosa, funcionaría.
"Con Reynon somos como hermanos", pienso como para consolarme. En vista que
seguiré virgen por el día de hoy, decido llamarlo a Vindi por una extraña
necesidad que tengo de estar con alguien a quien no se le trabe la lengua,
ni vomite, ni diga mil gilipolladas con aire trascendente.
Bueno, en ésto último no he dado con la persona indicada, pero tampoco es
mal negocio.
He tomado tanto que he perdido todo mi interes sexual y, junto a Vindi tengo
celibato asegurado por los siglos de los siglos.
Cuando llega me regala unos cds. Tiemblo pensando en que pueden ser las
plañideras del autoestéreo. Por suerte no, aunque algo me dice que tal vez
sea peor.
Hacemos rancho aparte mientras observamos una escena peculiar. Debajo de ese
hongo atómico parece haber gente que sigue fumando, bebiendo y filosofándo.
Y uno de ellos parece ser mi como hermano.
Al día siguiente tenemos que resolver cuestiones que tienen que ver con la
muestra de cuadros.
Como Vindi vive en el culo de Madrid, lo invitamos a quedarse a dormir.
Antes de acostarse en un sofá mínimo del que la perra de Mavi se resiste a
salir, Vindi saca sus zapatillas al balcón en señal de buena convivencia. Me
siento enternecida por el gesto.
A mi el efecto del alcohol se me está pasando y sé que se viene lo peor: el
insomnio de la abstinencia.
Antes de dirijirme al cuarto de Pili`s blues, que yo estoy ocupando, el
Vindi insiste en que le consiga una de sus bragas para poner bajo su
almohadón.
Me niego rotundamente, no tanto por defender la privacidad de la Pili, sino
en venganza por la irrespetuosidad que ha tenido conmigo al no pedirme una
mia, aunque sea.
Me pongo mi pijamita de raso y en la cama evaluo cuatro posibilidades:
a) Hacerme la sonámbula y recostarme junto a él en lo que quede de sofá.
b) Tomar alguna copita para paliar la resaca.
c) Invitarlo a mi camita a ver si el espíritu Pili (y, sobre todo el litro
de perfume que de ella me puse), me ayuda.
c) Dormir.

El sueño decide por mi.


Cap 2.

En un rato me viene a buscar el Dilettant para ir a desayunar, almorzar y
merendar.
Me han dicho que se parece a Jarabe de Palo y la verdad es que ni puta idea
tengo de cómo es ese Jarabe de Palo, pero mi fértil imaginación alucina un
moreno de greñas largas y barba.
Cuando estoy pensando que mi problema con los hombres radica en no ser capaz
de caminar sobre tacones ni de variar mi vestuario fuera de pantalón negro,
blusa negra, zapatos negros, saco negro y estoy evaluando la posibilidad de
ponerme un vestidito con flores, suena el timbre y desde el balcón veo a un
chico rubio que más que a Jarabe de Palo se parece a George Michel.
Enfilamos hacia el centro buscando un lugar que no encontramos y desayunamos
churros con café en una callecita de esas bonitas. El Dile es un chico
refinado, habla a un ritmo normal y se le entiende todo.
Mientras conversamos sobre la conveniencia de criar hámster, algunas cosas
de la lista y de algunos miembros de ella, voy pensando el modo de atracarlo
sin que quede como que la iniciativa es mía.
No se me ocurre forma de desviar el tema y nos vamos a un restaurante donde
pedimos dos menú diferentes. Hablando de las cosas inútiles que nos gusta
coleccionar y de nuestro amor eterno, cuando veo un tipo que se sienta en
una mesa cercana y me mira. - Ese me parece que es un actor, le digo.
- Claro, es Santiago Segura, me dice excitado como un niño al que le han
regalado el Scalectrix.
Santiago Segura me caga los planes. El Dilettant está más entusiasmado con
él que conmigo.
Como todavía no pierdo las esperanzas me ofrezco a servirle de excusa para
sacarse una foto con él, cosa que sucede sin problemas.
Nos vamos a otro chiringuito a tomar café que resulta ser otra Majú.
No hay caso, ahora, en lugar de revolcarnos sobre las mesas en un juego
erotico desenfrenado ante los ojos impávidos de los parroquianos, hablamos,
en lugar de de hámsters, de cotorritas australianas y de cómo conoció a
Sergi Puertas.
Un tanto desmoralizada, comienzo a buscarle defectos. Me digo a mi misma:
"total, los rubios no me gustan y mucho menos me gustan los tipos que no
fuman". Dentro de mi imaginario popular no cabe ni la más remota posibilidad
de besar a alguien que no fume. Es algo que no concuerda con mis leyes
lógicas y elementales.
La idea de pensar que "si no pasa nada entre nosotros, es porque no quiero
yo", me tranquiliza bastante, pero sólo un momento, el suficiente como para
tener que empezar a aguantarme las dos horas 49 minutos en que el Dilettant
pasa enviándole imeils a una admiradora que, casualmente vive en Madrid.
Putos celulares. Putas admiradoras.
Por suerte mañana vendrá Reynon. Me quedan sólo cuatro días para que llegue
mi chico de Argentina.
Tendré que apurarme.

Cap 1.

Desde que se gestó la posibilidad real del viaje, he venido pergeñando la idea irrefutable de que, si no ligaba en España, lugar donde se aglutina la mayor cantidad de perdedores, no ligaría en ninguna parte y ya nunca más en la vida.
Así que, con mucha ilusión embarco en el vuelo 428 de Iberia esperando que el destino me reencuentre con las dulces mieles del placer y la lujuria.
Tengo varias a mi favor: Soy, al menos en la imaginación de unos cuantos, un bicho extraño, así que probablemente no tenga la necesidad de acercarme a nadie y ni siquiera de hacerme un lifting o incluso bañarme, perfumarme y maquillarme para que la horda de fieras ibéricas en celo se me tire encima, no más verme. Ensayo, durante todo el viaje, un acento que parezca argentino. Sé que eso los mata. Me lo contó un amigo gay español que siempre se enamora de algún argentino. No es el caso, pero con voluntad puede parecerse.
Al llegar a Bajaras, hago mi entrada triunfal, todavía con la fantasía de una multitud de gallegos esperándome con pancartas que recen: "Todos queremos follarte, Luc" . Sin embargo, no hay carteles y de la única multitud que espera a otra gente, sale un muchacho grandote que me sonríe; mi primer posible víctima, que tras la fama de necesitado urgentemente de cariño que se ha venido creando a través de sus diarios, parece ser presa fácil. Lo miro con buenos ojos, por un momento fantaseo con una situación erótica dónde el susodicho, me sorprende con zarpazos de león y yo soy su ovejita indefensa. Inmediatamente imagino los detalles de un tórrido romance cosmopolita, ensoñación que dura el trayecto hacia el auto donde se desvanece al ver un rollo de papel higiénico que recorre varios metros del perímetro del asiento trasero, oficiando de ¿guirnalda?.
Igual pienso que, con esto del cambio horario he perdido cinco horas de vida y no es cuestión de andar desperdiciando más horas de pasión desenfrenada por detenerme en nimiedades.
Pero hay detalles que no son moco de pavo. Son cuestiones tan trascendentes y vitales, que no puedo dejarlas pasar.
La música que escucha Vindicador es un asco. Unas minitas que aúllan sobre un fondo de guitarras españolas y batería eléctrica que logran que comience a pensar que todo fue un gran error.
Por otra parte, el Vindi es un encanto, pero tiene un defecto importante: no para de hablar y con una velocidad pasmosa. Las primeras horas que estamos juntos paseando por Gran Vía, Puerta del Sol y otros lugares muy parecidos a Buenos Aires, no le entiendo ni una mierda y pongo cara de "que fascinante todo lo que decís". Mi oído, poco a poco se va acostumbrando a su extraño idioma y a la quinta cerveza estoy en condiciones de comprender casi un 20% de lo que dice.
Pero esta situación no es nada comparada con lo que se me venía.

Mav: es un terremoto de esos que no dejan rancho en pie. Es simpática, cariñosa, cálida y una gran gesticuladora. Pero habla el cuádruple que Vindi y a 400 km/h.
Mierda! Volver al comienzo intentando, además no parecerles antipática con mi actitud reservada, tímida y silenciosa.
Me siento amenazada y el ataque no se hace esperar. Mavi me trae una latita de cerveza y me pongo contenta al comprobar que se trata ni más ni menos que: UNA MAJÙ!
Se descojonan y luego me obligan a pedirle una a un camarero bastante gilipollas.
Siguen riéndose de mi durante toda la tarde, mientras veo caer mis sueños de romance y aventuras por el barranco de Las Vistillas e intento comprender cómo es que en España no saben cocinar tortilla española.
Por la noche quedamos con el Rondador en un tugurio oscuro que está más o menos a 5000 metros bajo tierra. En el viaje hacia allí vuelvo a animarme pensando que, tal vez haya manera de concretar algo con este tío nuevo que voy a conocer. No más verlo siento un frío que recorre mi médula espinal. El Rondador, de no ser por sus ojeras que delatan una vida licenciosa y dura, perfectamente podría pasar por uno de los amiguitos de mi hijo. No habla tanto ni tan rápido como los otros, pero lo hace tan bajito que tampoco le entiendo nada.
Así y todo trato de impresionarlo con mi vastísima cultura musical, cosa que no consigo ya que, pasa casi toda la noche mandándole imeils a su novia.
Puto celular. Putas novias.
Llego a casa de Mavi tardísimo y sintiéndome menos atractiva que un huevo duro.
Chequeo mi correo esperando respuesta de mis nenes y encuentro un mensaje del Dilettant que me dice que llega a Madrid el miércoles y que si quiero quedar antes del sábado.
Me acuesto pensando que, tal vez la tercera sea la vencida.